Boca cayó en su ley
El equipo de Falcioni terminó derrotado en los penales, su vía preferida para ganar en la Copa Argentina, pero a pesar del dolor, todo el equipo fue a recibir la medalla del subcampeón. Un gesto para valorar.
Juega frente al dramatismo que el fútbol siempre tiene a mano. Juega con y contra el destino. Y por cómo fue el desenlace final, Boca se alejó a su manera de ese sueño que tanto anhelaba: la Supercopa Argentina. Jugó por la vía ya acostumbrada desde que Julio César Falcioni es el entrenador. Todos los hinchas xeneizes que desbordaron la cancha del Bicentenario de Catamarca ni imaginaban todo lo que podía generar otra serie de definición por penales… claro que esta vez el sabor de la gloria quedó para Arsenal.
Entre las distintas y cambiantes sensaciones que provocó la expedición en Catamarca en busca de más gloria, es imprescindible rescatar la convicción para tratar de encauzar un partido que se presentó complicado de principio a fin. Cada minuto, cada segundo de la gran final frente a Arsenal fue como si se estuviera proyectando la pesadilla que vivió a mitad de este año, cuando perdió la final de la Copa Libertadores y se le esfumó el torneo Clausura. La merecida obtención de la Copa Argentina ante Racing maquilló aquellas frustraciones. Y la mente de Boca siempre proyectó hacia adelante, con vistas al gran choque ante el equipo de Gustavo Alfaro, en el norte argentino, donde el pulso corrió en forma acelerada y jugó por materializar lo que tantas almas xeneizes anhelaban.
Boca había jugado en Catamarca en abril de este año, cuando por la Copa Argentina se dio una particularidad insólita. El conjunto dirigido por Falcioni se enfrentó con Olimpo, por los octavos de final. Lo llamativo fue que superó la etapa después de una definición por penales histórica: se patearon 26 penales y Pablo Mouche fue el que anotó el tanto de la clasificación, que terminó 11-10. Y después de tantos doce pasos que lo llevaron a la instancia decisiva de ese certamen ganado, los de anoche impactaron en las ilusiones de los xeneizes. Esta vez no alcanzó el esfuerzo inclaudicable de Schiavi, el talento de Paredes y las atajadas de Ustari. Y postergaron esa reivindicación futbolística que siempre demanda el corazón.
Cambia, todo cambia. Y el fútbol, sobre todo, cambia también los estados de ánimos, los escenarios y las sensaciones. A pesar del dolor, todo el equipo xeneize fue a recibir la medalla del subcampeón y fue aplaudido como tal. Los jugadores de Boca dejaron el estadio del Bicentenario abatidos, vencidos, superados por los penales del final. Cayeron en su ley.